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Asturias Mundial

Bitácora
15 de marzo 1976
Pirámides de Giza, El Cairo


 

Durante estos tres meses acampados en el desierto cerca de las pirámides, nos hemos podido familiarizar con la ciudad del Cairo y su entorno, en parte, gracias a que pudimos entablar una buena amistad con una familia que regentaba una tienda de souvenirs en el pueblo de Giza y que nos presentó a más amigos que viven en Sahara City.

 

 

Hemos visitado el extraordinario Museo de Arte Egipto, caminado por el bellísimo mercado de Haihalili, subido a las pirámides y disfrutado de las noches árabes en un restaurante con cena-espectáculo rodeados de música, bailarinas del vientre y diversos números de entretenimiento...

 

 

Iván ha sufrido una fuerte infección pulmonar con fiebre muy alta que le duró cerca de una semana...

 

Un día que decidimos salir a dar una vuelta a caballo por la zona, Iván eligió uno demasiado fuerte para él, descontrolándose a gran velocidad en el asfalto del pueblo.

 

Al no poder frenarlo decidió tirarse en un montículo de arena, pero no acertó, dándose de bruces contra el suelo.

 

El resultado: dos dientes incisivos rotos, algún que otro morado y varios rasguños.

 

Tuvimos que ponerle la inyección antitetánica.

 

En el campamento teníamos dos serpientes de agua, cazadas en una acequia cercana y guardadas en un cubo con arena cubierto con una red.

 

Yo no podía soportar el verlas sufrir allí encarceladas, de hecho, una murió estrangulada queriendo escapar... Esto ya fue demasiado.

Yo imaginaba que cualquier día la iba a encontrar reptando lentamente por nuestras camas que descansaban sobre el mismo suelo de la tienda.

 

Observaba a Iván cada día entretenerse solito durante horas y horas en la distancia del desierto. La verdad es que tiene mucha imaginación, parece feliz.

 

Al mes de estar acampados, comenzó a visitarnos un árabe que resultó ser el guardián de unas tumbas de Giza.

 

Cada mañana se sentaba pacientemente a la entrada de la tienda y cuando amanecíamos nos regalaba unas cuentas antiguas.

 

Un día nos acompañó amablemente a la entrada de las tumbas excavadas en medio del desierto y Antonio decidió que quería entrar.

 

Desenredamos una escalera de acero que teníamos y comenzaron a bajar... Fue realmente una experiencia temeraria, pues no se sabía donde se pisaba y el polvo acumulado era muy peligroso, podían haberse ahogado o perderse por esos túneles laberínticos...


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