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Asturias Mundial

Bitácora
Llegamos a nuestro destino
Diciembre de 1975


 

El 20 de diciembre de 1975 llegamos a nuestro destino, El Cairo,  donde instalamos el campamento base al abrigo de unas suaves dunas a muy poca distancia de las colosales pirámides de Giza:  Keops, Kefren y Micerinos...

 

Levantamos un toldo enganchado al unimog pequeño con unas lonas laterales que nos protegían del sol y del viento. 

Cocinar resultaba casi imposible, las terribles y costantes tormentas de arena causadas por el habu que soplaban sin tregua día y noche, lo cubrían todo y nos obligaban a taparnos completamente el cuerpo, dejando asomar solo los ojos.

 

 

Iván es el que más sufre estas molestias, como no para corriendo de un lado para otro, se le llenan los ojos de arena fina que le obliga a frotárselos, esto hace que se le irriten y se le infecten con facilidad, le aplico colirio y se los limpio constantemente.

 

 

27 de diciembre 1975

 

La tormenta de arena no cesa, ciertamente puede llegar a desesperar ese sonido penetrante, repetitivo, molesto .

Esa mañana se desencadenó una de las escenas más dramáticas que pude presenciar.

 

Ahmed Mohamed Gouhart enloqueció!

 

Nuestro querido amigo marroquí y persona de confianza que velaba por la seguridad de mi hijo, emprendió el viaje a Africa con nosotros ya que anteriormente nos había acompañado en barco por el Caribe.

 

Le ví salir como una exhalación de uno de los camiones con la cara desencajada destrozando todo cuanto encontraba a su paso. 

 

Antonio pudo frenar su descontrolada carrera y juntos subieron a la duna más próxima donde midieron sus fuerzas.

 

Antonio regresaba al cabo de un rato azotado por el viento y la arena, exhausto, seguidamente, la tenebrosa figura del moro Ahmed balanceándose furioso como poseído por el diablo, esta fue la última vez que le ví.

Años después, volverían a encontrarse nuestras vidas, pero esa es otra historia...

 

Sospecho que el espíritu de Ahmed no nos abandonó tan fácilmente, esa noche, los lobos nos acecharon hasta el amanecer y mi querido hijo Ivan y yo, nos refugiamos abrazados en el lecho conversando con voz tenue los acontecimientos del día, compartiendo la gran pena que nos producía la pérdida de nuestro querido Ahmed.

 

Quizás estaba escrito en nuestros destinos que el viaje lo haríamos 3 personas y no el equipo que planeamos al partir de Europa...


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