Sudán ha soportado varias décadas la terrible desgracia de un país seccionado en dos mitades aparentemente irreconciliables: una árabe, fundamentalista islámica y la otra, de raza negra, animista y cristiana. Esta división ideológica conducirá inevitablemente a una guerra de veinte años interrumpida por el golpe de estado del presidente Numeri al que sigue un corto periodo de paz de apenas diez años (1972 a 1983), coincidiendo con nuestro viaje por esas tierras y abortado con otro golpe de estado en 1983, continuando sin tregua hasta nuestros días. Este verano se ratificaba el acuerdo de segregación del país.