Sudán es un país tan extenso como desconocido donde aún se puede encontrar un Nilo sin domesticar y un Sáhara en estado puro.
Quizás una de las cosas más sorprendentes que pudimos contemplar en nuestra aventura por tierras africanas es el legado arqueológico de los llamados "faraones negros".
Las pirámides de Sudán son un espectáculo inquietante sobre el Desierto de Nubia. Se puede deambular a su alrededor sin verse asediado por los vendedores. Mientras que, a 1000 kilómetros al norte, hacia El Cairo o Luxor, los turistas llegan en grandes cantidades para observar las maravillas egipcias.
En Sudán raramente se visitan las pirámides de El Kurru, Nuri y Meroe, serenas entre el paisaje árido que difícilmente indica que ahí hubo una próspera cultura de la antigua Nubia. La compleja situación política y social de este gigante africano han mantenido estas joyas arquitectónicas alejadas de los circuitos turísticos convencionales y, aún hoy en día, y a pesar de sus numerosos atractivos, es uno de los grandes desconocidos de África, reservado para aquellos viajeros dispuestos a tener una aventura poco convencional, con más de una incomodidad.
A cambio, podremos pasear por los restos del pasado faraónico como si fuéramos los primeros descubridores, o viviremos el Sáhara en completa soledad.
Nosotros nos quedamos perplejos al ver estas maravillas faraónicas y mis padres no dudaron en filmarlas en 16mm.