Nuestro equipo de supervivencia incluía una despensa bien surtida de proteinas animales en conserva y vegetales deshidatrados.
Mi padre se puso en contacto con su amigo "tito", propietario de productos "Ya"que era una empresa familiar de conservas situada en Noreña (Asturias) y le encargó que nos enlatara atún y productos porcinos sin sal para que aguantaran las altísimas temperaturas de Sudán.
Esta sería nuestra base alimenticia de emergencia que apoyaría los momentos de escasez de caza o pesca en ríos y lagos.
Al sur del pais abundaban mangos, papayas y piñas deliciosas, completando nuestra dieta en el largo viaje por tierras Africanas.
El verdadero problema lo constituía el agua por su escasez y por la cantidad de parásitos que llevaba en suspensión, lo que nos obligaba a potabilizarla mediante un sistema lentísimo de filtrado que tardaba unas cuatro horas por litro, luego añadíamos una pastilla de cloro y ya estaba lista para beber.
Cuando la caza era muy abundante y no había más espacio en el congelador de los camiones, secábamos todo ese excedente de carne en tiras para ahumarla y así conservarla, de este modo se podía preparar estofada o cortada en finas lonchas como si fuera un riquísimo embutido parecido a la cecina.
Nuestra supervivencia por esas tierras dependió en gran medida del botiquín de medicinas que preparó cuidadosamente mi madre en Barcelona, para ello realizó una compra de medicamentos y utensilios indispensables para brindar primeros auxilios o tratar las dolencias más comunes que podríamos padecer.
El doctor Francisco Coll Colomer, tío de mi madre, preparó las recetas para la morfina, quinina, penicilina y los antibióticos que podríamos necesitar y con los que atenderíamos a los enfermos en las tribus.
Mi padre presenció una operacion de apendicitis con el Doctor Muñoz Calero por si alguno de nosotros sufría un ataque, aunque no pudo soportarla hasta el final.
La quinina (resochin) para la malaria, tanto en pastillas como inyectable, fue imprescindible para nuestra supervivencia durante el viaje.
Ninguno de nosotros se libró de contraerla, la primera es la peor. La mía fue tan fuerte y violenta que no me dejaba tolerar el medicamento por la cantidad de vómitos que tenía, finalmente tuvieron que inyectármela.
Superada la primera malaria, las siguientes son como una mala gripe que se libra en tres o cuatro días con tratamiento.Esta enfermedad es la principal causa de muerte en el continente africano. Según un informe publicado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) tres mil niños, después de agonizar de dolor y sin recibir apenas algún tratamiento paliativo, fallecen de malaria diariamente en África, la cifra no puede ser más escalofriante...no podemos seguir ignorando la muerte de estos niños, tan fácil de evitar, medicándoles a tiempo.
Cuando acampábamos cerca de un poblado en seguida nos pedían ayuda para sus enfermos. Mi madre solía encontarse con largas colas de afectados por malaria y otras infecciones comunes, esto acabó por ocuparle todo el día sin poder permitirle desarrollar otras actividades, así que decidió que su pequeña "consulta médica" tendría horario. Les atendería a partir de las 6 de la tarde, señalando para ello el sol con la mano mediante un gesto con el brazo que les indicaba la posición exacta del astro en el momento que podrían hacer cola para recibir tratamiento.