Convivimos con los Nubas de Kau - Nyaro durante tres meses, con tanta proximidad, que la amistad y la integración con ellos resultó uno de los mayores regalos de nuestra aventura en Africa. Compartíamos con ellos nuestras costumbres y hábitos, siempre respetaron nuestras diferencias y su hospitalidad facilitaba la buena relación que tuvimos.
Algor, Abucalam y otros Nubas amigos de mi padre pasaban horas por la tarde en nuestro campamento escuchando música con un tocadiscos portátil que nos habíamos traido y solíamos ponerles temas de James Brown ( que por cierto les encantaban ).
Las mujeres visitaban a mi madre y recuerdo que les producía una atracción incontrolada su pelo liso largo, no pudiendo evitar tocárselo constantemente.
De la misma forma, nosotros éramos bienvenidos en su poblado, participábamos de todas sus actividades: Mi padre se entretenía largas horas jugando a una especie de juego de damas en el que se utilizaban unos palos y unos hoyos en el suelo.
También asistíamos a los bailes de apareamiento al atardecer, nos pintabámos como ellos y paseábamos por su poblado libremente sintiéndonos uno más.
Jamás olvidaré esa sensacion de protección, de mimo y respeto que tuvieron con mi familia y conmigo, era como sumergirte en otro mundo completamente nuevo y diferente formando parte de él como si de un largo sueño se tratara.
Esta integración fue favorecida porque éramos un grupo familiar y no un equipo de reporteros de un canal de tv ansiosos por fotografiarles o filmarles invadiendo su intimidad. Además, yo jugaba con otros niños, mi padre cazaba para la tribu y mi madre atendía pacientemente sus dolencias y enfermedades.
Sin duda alguna fué el momento más especial de los tres años que pasamos viajando por el Sudan. Me marcó para toda la vida...