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Asturias Mundial

Aventura
Caza con lanza
Tribu Anuak


 

La salida y la puesta de sol solían ser los momentos en los que papá y yo nos aventurábamos a cazar crías de gacela o antílopes que tenían una carne muy sabrosa y tierna, ya que en épocas de escasez, dependiendo de la zona y la estación del año, nos teníamos que conformar con pequeñas tórtolas y gallinas de guinea.

 

La variedad de especies localizadas en todo el pais y en especial al sur, nos ofrecía un paisaje sobrecogedor de extensas llanuras pobladas de búfalos, jirafas, roan antilops, white ear cobs, elans, leones, orix, cebras y varios tipos de gacelas...también impresionantes manadas de más de 200 elefantes o grupos inmensos de cobs de oreja blanca migrando a otros territorios.

 

 

 

 

No siempre cobrábamos el número de piezas acorde a la capacidad de nuestro congelador, siendo sinceros, se nos iba la mano...y mi madre, que era cauta y respetuosa se enfurecía con nosotros, obligándonos a pelar y trocear la carne en pequeñas tiras para ahumarla y transportarla, pudiendo consumirla más adelante.

 

Podría contar un centenar de anécdotas de cacerías...quizás la más interesante que me venga a la memoria sea la que realizamos con lanza en la frontera de Sudán con Etiopía, territorio poblado por la tribu Anuak, que aprovechando la migración anual del cob de oreja blanca de kenia a Etiopía atravesando a su paso Sudán en la época de lluvias , cercaban a estos animales para que los jóvenes cazadores pudieran con sus lanzas hacerse con las presas, el método utilizado por esta tribu era exacto al realizado por sus ancestros 10.000 años antes.

 

Recuerdo las estampidas de antílopes como ruidosas avalanchas de polvo que conseguían esquivarte en el último momento, cuando la respiración y el aliento se te habían paralizado de miedo y asombro, era entonces cuando la lanza podía acertarles, con mucha destreza y muy por delante de su posición debido a la gran velocidad que alcanzan las manadas. Lo intenté muchas veces hasta que al fin alcancé una pieza en el cuello y lo abatí.

 

Al final de la cacería la tribu despieza los treinta o cuarenta antílopes que cobran, cargándolos a pulso 10 km.

Mis padres y yo solíamos ayudarles con el transporte de las piezas hasta el poblado.


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