El motivo principal de emprender semejante aventura fue la necesidad imperiosa de conocer el continente Africano: sus tierras y sus gentes ( algo que desde mi infancia siempre me inquietó ) podía leer libros, experimentar con la imaginación, transportarme a otros continentes y civilizaciones, pero era solo una forma de consolar mis deseos de viajar físicamente a esos lugares y convivir con sus gentes.
Africa me fascinó...
La conocí por primera vez en el 68. Fue una corta estancia de dos meses en Mozambique, tuvieron que pasar varios años antes de que el destino apuntara de nuevo en esa dirección.
Fue en Noviembre del 75. Esta vez la incursión en el continente africano fue realizada con cierta planificación: equipamos dos camiones Unimog.
Mi entonces marido Antonio, mi hijo Iván de 7 años de edad y yo, viajamos a tierras africanas, descubriendo palmo a palmo sus desiertos, las sabanas doradas de luz y las frondosas selvas donde el silencio se espesa desde el suelo que pisas hasta el horizonte... Nos adentramos en esos parajes lentamente, aprendiendo lo que la tierra y sus gentes nos enseñaban, como niños que abren sus ojos por primera vez a la luz...